jueves, 2 de septiembre de 2021

Cielo color naranja

Los silencios largos sobre el techo de aquel lugar, una lagrima tímida se asomaba para refrescar mi rostro. Mirando el cielo esperaba, tontamente, que dijeras algo distinto.

-"No des mucho porque no recibirás lo mismo"- citó

-"¡Cuanta razón!"- exclamé en mis pensamientos.

Dije un par de palabras aguantando las ganas de llorar, hice pausas...siempre esperando un giro en este final.

Te pedí un último beso y, mientras me hacía pequeña en el camino, una segunda lagrima se asomó a la vez que mi corazón susurraba: "Te voy a extrañar, cariño mío."

Tomé el primer vuelo de regreso a Lima, deje mis sentimientos atrás.
Guillermo y yo no estábamos destinados ha estar juntos por más que quisiéramos, que intentáramos, nuestros caminos eran distintos.




viernes, 3 de agosto de 2018

Ya no.

Cubrí mi rostro con la cámara, empecé a tomar fotos por nervios. Llame a uno de los chicos con los que trabajo, le dije que viniera enseguida, le mande la dirección y por suerte estaba a solo 20 minutos del lugar.

Le explique brevemente de que iba el evento y se lo deje encargado. Subí a mi carro y solo me quedé ahí, apoyada sobre el timón. Ha pasado tanto tiempo y el destino sigue jugando conmigo. Mi teléfono volvió a sonar.

-¿Si? – respondí sin interés alguno
-Emma te he tratado de localizar todo el día ¿por qué no contestas?
-¿Quién es? 
-¿Emma? 
-Si…
-¿Dónde estás? ¿Esas bien?
-Si…- no podía pronunciar más… estaba como en shock y no entendí porqué
-¡EMMA! – gritó, y reaccioné 
-¿Quién es? – pregunte más consciente
-Guillermo, Emma –
-¿Guillermo? 
-Ya te vi –
-¿Qué? ¿me viste? 

En ese momento tocaron la luna del parabrisas, alcé la mirada y ahí estaba, el hombre de los brazos grandes, el hombre del saco negro, del cigarro, del café, del intercambio, mi amigo, mi novio, mi jefe. Estaba con un smoking, la barba crecida, las canas tan elegantemente colocadas en su cabeza. A pesar de tanto tiempo aún me gustaba, pero no podía permitir que lo notara, no después de la noche en la que ni siquiera evito que me vaya ¡No más! Grité en mi interior.

Bajé la luna y lo miré fijo.

-Hola –
-Emma –
-¿Qué te trae por aquí? –
-Es el aniversario de mis padres, pensé que lo sabía –
-Emmm… no. Me acabo de enterar –
-Por eso te andaba llamando, no quería que te incomodaras –
-No, no hay problema, vine a sacar unas cosas y me quede un rato descansando, deje a mi compañero con las fotos –
-Si, lo vi –
-Ajam – moví los ojos como señal de incomodidad
-Bueno, te veo adentro –
-Ok… -

¿Incomodarme? ¿Por qué debería incomodarme? ¿Tan importante se cree como para que piense que no puedo separar lo personal de lo profesional? Enfurecí, me miré por el retrovisor, mi mirada era otra, bajé del carro y me dirigí donde estaba Andrés, le pedí la cámara y le dije que me ayudara con las luces. Me acerque a los padres de Guillermo y le saque las mejores fotos que alguien podría sacarles. No fue hasta que baje la cámara que la señora me reconoció.

-¡Emma querida! – gritó emocionada
-Señora Julia –  respondí amablemente
-Hija mía ¿Cómo estás? ¿Viniste con mi hijo? – pregunto mientras miraba alrededor
-No, vine porque me contrataron para las fotos – le dije sonriendo mientras le enseñaba la cámara
-¡Oh! – exclamo algo desilusionada

Me dedique a terminar mi trabajo, durante todo el tiempo sentía la mirada de Guillermo, aunque era imposible encontrarme con sus tiernos ojos cafés sentía que observaba cada uno de mis movimientos. Cuando por fin acabó la velada, acomodé mis cosas y salí casi corriendo del lugar siempre tratando de esconderme ¿De Guillermo? No lo sé, respondí para mí.  Decidí cerrar ese capitulo de mi vida, Guillermo no volvería a hacerme sentir enamorada, ya no.

miércoles, 10 de enero de 2018

Ellos

-1-
Aquí estamos de nuevo. Un nuevo año, un nuevo departamento y yo.

Después de mi renuncia a la revista, me dedique a la fotografía, una pasión que llevaba mucho tiempo dormida, mi relación con Guillermo me sirvió mucho con los contactos, pronto deje de tomar fotos en fiestas infantiles y empecé con las bodas. Hoy ya tengo un estudio fotográfico, contrato gente si es que la necesito, las producciones se han hecho más grandes y elaboradas.

A pesar del éxito de mi estudio, soy una fotógrafa del momento, no me gusta mucho el tema de “producir la foto” me gusta lo espontaneo, lo real, y siempre trato de transmitir eso con mi trabajo.

No volví a saber de J.V tampoco le dejé pista alguna pista de cómo encontrarme.

Aún después de tanto tiempo sigo pensando en él, si, en él. Su compañía volvió a surgir, mi ex secretaria me llamaba como loca para que regrese, que me necesitaban en ese puesto. Y realmente me preguntaba si la empresa me necesitaba o solo él quería verme. Me quedé con la duda.

Cuando necesitaba caer de nuevo en la realidad, bajaba al malecón, a la misma banca, solo me sentaba y sentía la brisa, a veces leía un libro, otras veces escuchaba música, otra simplemente cerraba los ojos y respiraba profundo.

-2-

-Guillermo… - susurré

Me desperté de un mal sueño. Corrí al baño y vomité. Me miré al espejo, estaba pálida, sudaba frío.
Me asuste. Calmé mis ansias, calenté un poco de agua y me senté a tomar un café. En dos horas tenía que estar en un evento familiar. Me bañé, alisté mis equipos y salí.

Un número no dejaba de llamarme desde ayer, nunca respondí.

Puse en Waze la dirección y llegué más temprano de lo normal, eso está bien pues puedo saber desde donde conseguir las mejores tomas. Era el aniversario de bodas de una pareja que llevaba más 70 años juntos.

-        -Que envidia- pensé

Los invitados empezaron a llegar. Ese número seguía llamándome, puse el teléfono en silencio y lo guardé, no tenía tiempo para tonterías.

Aunque dijeron que era un evento familiar el salón estaba lleno, había como 300 personas sin exagerar. Tenía suficientes fotos de los familiares y amigos, ahora me faltaba la feliz pareja. Me ofrecieron una copa de vino que acepte encantada. Mientras hacía tomas a los detalles, una joven entró gritando:

-       - ¡Ya llegaron! ¡Ya llegaron! -

Deje lo que estaba haciendo y fui directo a la entrada.


Ahí, justo en ese momento volví a sentir las náuseas. Empecé a sudar frío, mis piernas comenzaron a temblar. Eran ellos, los padres de Guillermo.

jueves, 16 de noviembre de 2017

J.V.

Tenía la mirada fija en el techo. Tenía resaca. Tenía sueño. Tenía hambre. 

Desperté en una pequeña habitación, arropada por un manto blanco, el olor de aquel lugar me era familiar, no sé si era por el café recién pasado o esa colonia... la misma colonia que le regale a Guillermo el día de su cumpleaños. 

-¿Dónde estoy?- me pregunté, aún sabiendo la respuesta. 

Hice un poco de ruido para despertar a alguien, no sabía si estaba sola o si había alguien más en ese lugar. Me quedé contemplando la vista que tenía desde la pequeña habitación en donde me encontraba. No sé porqué, pero me sentía en casa, estaba cómoda, relajada. Esperé que se me pasara el dolor de cabeza, me puse los zapatos y decidí salir de la habitación. El departamento era enorme, era un dúplex, me enamoré por completo de la terraza. 

Al parecer no había nadie. Recorrí cada una de las habitaciones. Era un departamento de soltero  -demasiado limpio para ser de un hombre- critique algo sorprendida -¿Será gay?- un pensamiento algo absurdo pasó por mi mente. Mi estomago empezó a rugir pero no era uno rugido normal, parecía que tenía un animal salvaje dentro; seguí el olor del café recién pasado, llegué a la cocina, sobre la mesada había: pan francés con trozos de jamón, jugo de naranja, leche, frutas y una nota.

-¡Oh no! Aquí vamos con las benditas notitas- dije algo aburrida.

"Espero que te guste el desayuno, no sé bien que comes así que te deje de todo, espero verte al volver o siquiera déjame tu número. Un beso. J.V"

- Uhmmm... el hombre misterioso solo puso sus iniciales- pensé haciendo un pequeño puchero de desaprobación.

Solo me tome el café, le dibuje una carita feliz en la nota que dejo y escribí E.V., mis iniciales.

Mi teléfono estaba completamente muerto, al menos sabía que seguía en Miraflores. Tomé el primer taxi que encontré. Ya en casa, o bueno en lo que pretendía que sería mi nuevo hogar, me desnudé por completo, me di un largo baño, prendí el reproductor a todo volumen, dejé caer la toalla, preparé mas café y me senté en medio de la sala, si, en el sofá de cuero negro.

lunes, 25 de septiembre de 2017

En medio del salón

Caminé por varias noches bajo la lluvia, con hambre y sola.

Guillermo ya no estaba, no sabía de él desde esa noche. Pasaba casi diario por las oficinas en auto. Ya no trabajaba ahí, no podía, no tenía las fuerzas para entrar por las enormes puertas, dirigirme hacía el ascensor, llegar al piso 8, darle una sonrisa fingida a María y continuar con la rutina diaria.

Después de casi 3 semanas la revista se vino abajo (literalmente) cerró. La decisión de abandonar el barco antes de que se hunda, sin saberlo, fue lo mejor que hice.

Mi vecino de la 503 se mudó, en su lugar ahora está una mujer mayor que siempre prepara pastelitos y té, el olor de esos malditos pastelitos recién horneados sube hasta mi departamento tratando de alegrar el ambiente, de cambiar el aire, sin éxito.

Hace mucho que no duermo en mi cama, prefiero tirar las sábanas y las almohadas al suelo. La imagen es esta: Un manto blanco en el suelo 3 o 4 almohadas al rededor, la cafetera conectada a un lado que nunca se apaga, y yo, en el medio, semi desnuda, con la mirada fija en el vacío.
Es ridículo lo sé, pero Guillermo despertó en mí una parte que no conocía y que no pretendía conocer en mucho tiempo. 

-2-

Me mudé. Si, lo hice, empaque todo, todo lo que era mío, la cama la deje intacta, no toque nada. El sofá de cuero negro lo cubrí con una sábana blanca. Mire por última vez, suspire y cerré la puerta.
Pisos abajo estaba la señora de la 503 con una bandeja de sus malditos pastelitos.

-Toma uno- dijo. Era como una pequeña despedida.

-Gracias- respondí con una media sonrisa algo ruborizada por la situación.

Luego de acomodar mis cosas en mi nuevo hogar, terminé en una discoteca miraflorina con Alessa, era un nuevo comienzo, era el momento de mirar hacia adelante y dejar toda la mierda atrás.
Empezamos con pisco, luego chilcanos y acabamos con más tragos de nombres raros.

A mitad de la noche Alessa ya había echo 'match' con un chico, a mi me miraba otro, un chico no porsupuesto, tengo un imán para los hombres mayores y casi siempre no parecen ser tan maduros. 

Este hombre, debo admitir, tenía algo de Guillermo, quizás la barba, los ojos color café, la altura, el olor no lo sé, pero despertó en mí un sentimiento de lujuria que no experimentaba hace mucho. Perdí de vista a Alessa, estaba tan concentrada en el movimiento de mi cuerpo con la música, estaba demasiada concentrada en ese hombre de camisa blanca y jeans de un color azul o negro la luz no me dejaba verlo bien.


Él permaneció apoyado en la barra con una cerveza en su mano, mirándome, yo estaba frente a él bailando y mirándolo de vez en cuando, era como un baile privado, en donde estaba prohibido tocar.

Estaba fuera de la discoteca esperando ver a Alessa salir de entre la  multitud. Sentí una mano rozar mi cintura, me quedé inmóvil, estaba tan fuera de mi que atiné sólo a voltear para ver quién era.
El hombre de la camisa blanca me dio un beso en la cabeza y me abrazó como si supiese que tenía frío... Me olvidé de Alessa, subimos a un taxi hacía su departamento, en el elevador marco el piso 8 ¡maldita sea piso 8! Parecía como un pronóstico pero aún no sabía si era bueno o malo.

Abrió la puerta, nos dirigimos a la sala, sacó una colcha y la tendió sobre el sofá más grande. Antes de irse se paró frente a mi, no podía verlo estaba todo oscuro ni siquiera recuerdo que me susurró.

Lo tenía tan cerca, que era como si el aire que salía de mí entrará en él y así sucesivamente. Nuestras narices chocaron y antes de darme cuenta nos estábamos besando.

Su lengua entró tan agresivamente en mi boca que sólo pude cogerlo del cuello y hombros, a pegándolo más y más a mi, queriendo sentir más. Su mano empezó a rozar mi derrier con caricias suaves y bruscas, paró y dirigió su mano hacia adelante, a ese triángulo prohibido, sus dedos empezaron a jugar con el, me perdí en cada movimiento de estas. Acomodé mi cabeza en su hombro y empecé a besar su cuello con pequeños mordiscos.

-Despacio- susurró.

Continuó en ese interminable juego. Con su mano libre cogió la mía y la dirigió hacia su miembro tan duro y caliente. Era tan inevitable no desear que me poseyera en ese instante.

-Continuamos mañana- me dijo

Se apartó, acomodo su ropa y se dirigió a su habitación.

Me quedé en medio del salón esperando más, creyendo que era una broma, un sueño. ¿Era real? ¿Ese hombre era real?

miércoles, 20 de septiembre de 2017

¿Tanto Emma?

Abandoné la casa que compartía con Guillermo, saqué todas mis cosas: de lo más grande hasta lo más pequeño. Era como si nunca hubiera vivido ahí.

Di un último vistazo a las habitaciones, a cada una de ellas. Me detuve un momento en nuestra habitación, pasaron por mi cabeza todos los momentos que pasé con él en esa cama, más allá del sexo, siempre fuimos Guillermo y yo.  Luego vinieron a mi mente noches en las que  dormí sola abrazando una almohada o mirando películas hasta quedarme dormida. Fruncí el ceño. 

Caminé por el pasillo rozando las paredes blancas con las yemas de mis dedos. Tenía unas ganas incontrolables de romper algo: un jarrón, un vaso, una taza...¡algo!  Respire profundamente y continúe mi solitario y silencioso camino hacia la puerta de salida...

En la recepción me esperaba Alessa, aunque hubiera preferido estar sola ella sabia que necesitaba estar a mi lado, tenia que hacerme sonreír, tenia que volver a ser yo. Estacionamos frente a mi viejo departamento, me quedé viendo a la nada por varios minutos... tenia la mirada perdida, la mente en blanco, el corazón revuelto, los sentimientos en algún lugar dentro de mi... o fuera.

Entramos y se me hizo un nudo en la garganta, la ultima vez que estuve aquí Guillermo me tenía abrazada por detrás, el pequeño Flavio empacaba sus juguetes, no todos, dejamos algunos con la promesa de regresar por ellos, no regresamos, todo paso tan rápido que ya ni recuerdo cuando volví a sonreír.

Alessa se quedo hasta las siete de la noche, se hubiera quedado a dormir pero de un modo sutil y amable le dije que me dejara sola. Me dejó en la cocina caldo de pollo y café pasado, como si estuviera con gripe. Le agradecí y cerré con llave cuando se fue, apagué las luces, quería silencio, queria oscuridad, quería un momento para pensar, para desahogar todo y dejar...dejar todo en el pasado.

No lloré, me prometí no hacerlo. Solo me quede ahí, en medio de la oscuridad sin pensar, o si, pero sin prestar atención a mi mente revuelta. Se me hacía un nudo en la garganta cada vez que se me cruzaba Guillermo por la mente, mi corazón daba un pequeño salto de emoción cada vez que escuchaba que un carro se estacionaba cerca, pendiente (quizás) de que suene el intercomunicador y sea él.

Ya eran las cuatro de la mañana cuando por fin regresé a la realidad, quité todo lo que estaba encima de mi cama, todo menos el saco... si, el saco negro. Lo coloque cuidadosamente al lado izquierdo de la cama, me eche a su costado, lo miré, lo rozaba suavemente con los dedos.

-¿Tanto Emma?- pensé

Me levanté y sacudí todo: deje caer fotos, ropa, juguetes, recuerdos, el saco...

jueves, 9 de febrero de 2017

Las llaves

-Está sufriendo. Deberías decirle que aún lo amas. Dijo Allison
-¿Para qué? Él no sabe lo que eso significa. Respondí

Guillermo me habló claro y sincero por primera vez, creo. Esta mañana después de hacer el amor con la intensidad y lujuria que nos caracteriza, lo sentí diferente. Es como si la rutina, la falta de peligro, el sentido de ser una "familia" lo aburriese, como si tratara siempre de buscar un escape. Dejarme en medio de la habitación...sola.

Maria consiguió la custodia de Flavio. Guillermo peleó con todo lo que tenía a la mano. Pero era como si todo ya estuviese dicho, era inutil.

Él sufría pero yo también, y eso no lo entendía. Se refugiaba en nuestros cuerpos cada noche y durante el día andaba moribundo, empezó a fumar más seguido y se terminaba una botella de whisky en su oficina cada sábado después de ver a Flavio.

La empresa empezó a sentir la ausencia del jefe. El año pasado estuvieron a una cifra de estar en bancarrota.

-Te amo- le dije mirandolo a los ojos mientras apagaba su cigarrillo.

Y pensar que hace años un cigarrillo nos unió en la banca del malecón.

Él no respondió a las palabras clichés que se dicen las parejas para cuando quieren iniciar una incómoda conversación.

Se quedó mirando su vaso de whisky semi lleno, como si buscara las palabras que quería decirme. Lo miraba como...quizás, esperando que aquel vaso hablará por él.

Después de un incómodo y eterno silencio opte por dar media vuelta, solo ahí me agarró el brazo con tanta fuerza que me dolió, se paró y me abrazó, buscaba consuelo, palabras de aliento. Callé. Mi cuerpo permaneció quieto durante todo el tiempo que duró el abrazo. Me soltó y volvió a sentarse.

Todo siempre en silencio. Y aunque no hubieron palabras más que un -Te amo- en el aire que nadie guardó, entendí el mensaje... Agarre mi cartera, mi saco y caminé firme hacia la salida, no sin antes dejar sobre el  escritorio las llaves de la casa.